jueves, 20 de octubre de 2011

La irreflexiva reflexión del ser humano

La reflexión es una característica inherente al ser humano. Nadie en el mundo animal, piensa. Pertenece nominalmente al género humano, sí, pero no a todo espécimen humano. La distinción resulta significativa toda vez que observamos actualmente acontecimientos que invitan a pensar si la “reflexión” ya no es una “marca de clase” del ser humano, sino una diferenciación del producto, que distingue a unos seres de otros.
Pero la reflexión ya no es atemporal. Depende cada vez más de la utilidad y de la satisfacción momentánea (a la que se supedita) que de la permanencia. Cuando se reflexiona, se razona. Y cuando se razona se avanza. Se contrasta, se compara, se contrapone y surge la resolución fruto de un meditado proceso. Cuando no se reflexiona se da paso al instinto, en la base de nuestro cerebro, el puramente animal.
El cerebro sustituye a la mente y las sinapsis pierden calidad. La antítesis de lo racional es, en definitiva, la antítesis del Hombre: la irreflexión supuestamente reflexionada. Reflexionar deriva del término latino reflectio, pero es una palabra polisémica.
Desde las ciencias (en física: fenómeno por el cual un rayo de luz que incide sobre una superficie es reflejado; mecánica ondulatoria y acústica un fenómeno idéntico al de la reflexión óptica, en el que lo que se absorbe o refleja, no es luz, sino ondas; en geometría: proceso de trasladar o copiar todos los puntos de una figura a otra posición equidistante de una recta denominada
eje de simetría), a la filosofía (referido al proceso de meditar, es decir, la capacidad del ser humano, proporcionada por su racionalidad, que le permite pensar detenidamente en algo con la finalidad de sacar conclusiones) o la informática (característica de algunos lenguajes de programación que permite obtener información de los componentes de un programa durante su ejecución).
Incluso encontramos el término en música ya que Reflexion (sin tilde) es una banda finlandesa de gothic metal (una variante del rock duro conocido como “heavy metal”).
La riqueza de la palabra es la riqueza de su adaptabilidad a diferentes campos. ¿No es, por tanto, algo a tener en cuenta? Si reflexión abarca tantas posibilidades,
¿No habría que prestarle más atención? Los seres con esta capacidad multidisciplinar, como somos, elegimos, con una libertad de doble filo. Esa libertad nos lleva a seleccionar un camino u otro según la encrucijada que nos sale al paso. Una decisión basada sobre una información que nos lleva de nuevo otra encrucijada ¿Es un proceso meditado? ¿Durante cuanto tiempo? ¿Lleva a una reflexión posterior o simplemente a un instante olvidado en un muy corto plazo?
Quizás en este último interrogante nos encontramos hoy en día. La Humanidad, como un solo grupo, se ha decantado por lo fácil: el Carpe diem, la oportunidad del momento, “si por motivos humanos luché contra fieras en Efeso, ¿De qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1 Corintios, 15:32), es la divisa mundial. No hay futuro sino presente. El inicio Kierkegaard y el exponente Sartre ambos resucitados como héroes de leyenda y, como leyenda, mal transformados al idealismo actual. El existencialismo, erróneamente preconizado durante la famosa revolución del 68 del siglo pasado y que desembocó en el pesimismo de Schopenhauer y Heidegger, está anclado en el inconsciente colectivo: Los actos definen al individuo y, como tales, superan a la naturaleza humana.
Es decir, en palabras de Sartre, “la existencia precede su esencia", la libertad y responsabilidad individual antes que la universalidad. El “Yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset, muy cercano a esta corriente.
Pero, el existencialismo, en sí, profundiza en el ser mismo, en el “Yo”, en el sentido de la vida. En el estudio de lo que rodea alindividuo en tomar consciencia de su entorno. Existo luego tengoesencia y no al revés. Es el modo de ser propio del hombre. Si existo, entonces he de estar y para estar he de ser. Se trata de determinar la importancia de mi existencia en un mundo al que el Hombre ha sido arrojado (literalmente) y debe concienciarse de ser puesto que existe. Y su existencia depende de su alrededor: el hombre existe en la medida en que es origen de sí mismo y se hace a sí mismo por medio de sus elecciones libres. Puesto que el Hombre es libre, la libertad se constituye, así, en el instrumento a partir del cual hace elecciones y establece relaciones con el exterior (el Mundo) construyendo un espacio dentro del mismo y, gracias a ello, se hace a mí mismo. La posibilidad que posee el Hombre para hacerlo, es un tema central de existencialismo (“querer es poder”).
Por tanto, Libertad más Posibilidad más Relaciones es igual a SER.
El problema no es tanto la ecuación, sino la interpretación de los términos de la misma: de libertad se ha pasado al libertinaje, de la posibilidad (entendida como aptitud o capacidad) se ha pasado a la potencialidad y de relaciones a contactos, invirtiendo por tanto los elementos: Tengo muchos contactos, “conozco a mucha gente”, (pero ignoro cómo son), puedo hacerlo (pero a costa de cualquier precio) y tengo libertad para actuar, “tengo mis derechos” (invadiendo los de otros): SOY (y, en realidad, estoy… ¿Pero dónde? ¿Y adonde?).
Así pues, un existencialismo desvirtuado se halla instalado en la sociedad de nuestros días. Conseguir y obtener felicidades materiales cortoplacistas que origen de necesidades cada vez más exigentes y egoístas. Una curva alcista exponencial de deseos a satisfacer por encima de cualquier cosa (en la que se incluyen personas), desvirtuando la noción subyacente del Género Humano: somos una única especie descendiente de un mismo punto de partida, 75.000 años atrás, idea ésta ya demostrada empíricamente.
¿Y acaso las especies no buscan su perpetuidad mediante la colaboración?

Mensaje del Maestro

(Para leer sentado en un banco del parque)
Ahí tienes un árbol. ¡Míralo!
Hoy no te ocupes del bosque, quizá otro día.
Un árbol, solo un árbol, y, tal vez, aún sea demasiado.
Acostúmbrate a contemplar.
Fíjate en su tronco, piérdete en los detalles de su corteza: líneas, colores, puro arte abstracto.
Sientes que está vivo, adivinas la savia fluyendo dentro de ese tronco.
Percibes sus ocultas raíces bajo la tierra, tal vez incluso debajo de tus propios pies.
Estás contemplando la vida.
Levanta la vista.
Mira la copa del árbol recortada contra el cielo.
Fíjate en sus bordes, una multitud de hojas convierten el contorno en una complicadísima línea llena de entrantes y salientes que sería casi imposible medir.
Renuncia a cuantificarlo. Contempla esas hojas mecidas por la brisa.
Casi de improviso te das cuenta de que la copa del árbol que creías tupida deja ver en su interior porciones de cielo.
Entre las ramas, a intervalos no regulares, aparecen manchas azules de diversos tamaños.
Contempla el cielo, contempla la luz en medio de las ramas.
Y cuando te has acostumbrado a esos huecos entre las ramas, empiezas a ver otros mucho más pequeños entre las ramas más apretadas.
Algunos aparecen como pequeños puntos de luz dentro de un grupo de hojas.
Contempla ese árbol traspasado de luz.
Contempla la Belleza.
Contempla la Armonía.
¡Acostúmbrate a contemplar!
Que la Paz Profunda more siempre en tu corazón.
V...M...R+C... JJ...H...G...