jueves, 20 de octubre de 2011

Mensaje del Maestro

(Para leer sentado en un banco del parque)
Ahí tienes un árbol. ¡Míralo!
Hoy no te ocupes del bosque, quizá otro día.
Un árbol, solo un árbol, y, tal vez, aún sea demasiado.
Acostúmbrate a contemplar.
Fíjate en su tronco, piérdete en los detalles de su corteza: líneas, colores, puro arte abstracto.
Sientes que está vivo, adivinas la savia fluyendo dentro de ese tronco.
Percibes sus ocultas raíces bajo la tierra, tal vez incluso debajo de tus propios pies.
Estás contemplando la vida.
Levanta la vista.
Mira la copa del árbol recortada contra el cielo.
Fíjate en sus bordes, una multitud de hojas convierten el contorno en una complicadísima línea llena de entrantes y salientes que sería casi imposible medir.
Renuncia a cuantificarlo. Contempla esas hojas mecidas por la brisa.
Casi de improviso te das cuenta de que la copa del árbol que creías tupida deja ver en su interior porciones de cielo.
Entre las ramas, a intervalos no regulares, aparecen manchas azules de diversos tamaños.
Contempla el cielo, contempla la luz en medio de las ramas.
Y cuando te has acostumbrado a esos huecos entre las ramas, empiezas a ver otros mucho más pequeños entre las ramas más apretadas.
Algunos aparecen como pequeños puntos de luz dentro de un grupo de hojas.
Contempla ese árbol traspasado de luz.
Contempla la Belleza.
Contempla la Armonía.
¡Acostúmbrate a contemplar!
Que la Paz Profunda more siempre en tu corazón.
V...M...R+C... JJ...H...G...

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