domingo, 28 de noviembre de 2010

Mensaje del Maestro


Fratres  y Sorores:

       Todos los que habitualmente nos reunimos en nuestra Logia hemos echado la vista atrás alguna vez  y hemos pensado en las transformaciones que hemos experimentado desde nuestra entrada aquí. Cuando digo aquí me refiero tanto a la Orden como a la Logia, porque para mí es en la Logia , en la reflexión y  el debate con mis hermanos y hermanas, donde florecen las enseñanzas de la Orden  que luego aplicamos en nuestra vida cotidiana, en nuestra familia, en nuestros estudios, en nuestro trabajo, en nuestra forma de entender el mundo y de relacionarnos con los demás.

 Al volver la vista atrás y comparar cómo era y cómo soy, no puedo por menos de maravillarme de la energía y el impulso vital que me ha dado mi pertenencia a la Fraternidad Rosacruz: podría hablar de transformaciones físicas sorprendentes, de dolencias casi crónicas que desaparecieron como por arte de magia, podría hablar de un verdadero despertar en el plano mental, podría hablar de una tranquilidad espiritual que jamás había sentido. Pero todo eso no serían más que lugares comunes entre  nosotros, pues es seguro que todos hemos experimentado cambios  semejantes.

Cuando llegué a la Orden sentí que la búsqueda había cesado, que por fin había vuelto a casa. Pero después del estudio de los Manifiestos Preliminares, al iniciarme de Primero, sentí miedo por si me había equivocado, por si el contacto con la gente de la Logia me defraudaba, por si me encontraba con charlatanes o fanáticos de cualquier tipo.

 Mis hermanos y hermanas me acogieron desde el primer momento como una más de ellos y me cuidaron en aquellos primeros tiempos como a un recién nacido, que es en definitiva lo que es un iniciado de Primero: alguien todavía muy frágil a quien  se debe cuidar con esmero y dedicación porque sus primeros tiempos son vitales para su desarrollo posterior.

Al hilo de estas ideas a veces pienso en aquellos que llegaron a nuestra Logia, que se iniciaron de Primer Grado y que poco tiempo después desaparecieron. Seguramente ellos no experimentaron las mismas sensaciones que nosotros. Y yo, muchas veces me he preguntado qué es lo que hemos hecho mal, en qué podemos cambiar, cuál debería ser nuestro comportamiento para evitar que se vayan. Y creo que la respuesta es que debemos actuar como lo estamos haciendo: siendo acogedores,  dando sensación de cohesión y unidad y ofreciendo  nuestra armonía espiritual.
        
Aquel  que  sienta que por fin ha  encontrado su camino, se quedará y sabrá que estaba llamado a seguir el sendero de la Rosacruz. El que, una vez conocido sienta que esto no es para él, se irá independientemente de lo que  hagamos.

Pero  creo que esto es sólo una parte de la verdad y que hay otra parte que deberíamos buscar. Es muy posible que haya personas que se hayan marchado siendo que este sí era su camino y que no hayamos sido capaces de retenerles por algún fallo nuestro.   Espero que en este nuevo ciclo que ahora empieza, en el que voy a tener el honor y el privilegio de servirles, tengamos la oportunidad de reflexionar sobre este  tema.

Cuando ingresé en la Logia Sancti Spiritu nº4 no me encontré con charlatanes ni fanáticos, me encontré con librepensadores  a los cuales, a partir de ahora, voy a tener la oportunidad de servir  como Maestro de esta Logia tan amada.

Por ello, fratres y sorores quiero agradecerles   de todo corazón esta oportunidad que ahora  me brindan.

Que la Paz Profunda more siempre en nuestros corazones.


V...M...R+C... N...Y...R...

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi entender no hay que preocuparse más de la cuenta de las razones que pueda tener cada uno para acercarse, permanecer o alejarse de la Orden. Creo que lo fundamental es que, tanto individualmente como en grupo, nos dediquemos a vivir plenamente lo que aquí vamos aprendiendo.
Tengo la íntima convicción de que la energía espiritual que generamos sirve de polo de atracción para otros que, como nosotros, están buscándose a sí mismos y buscando a Dios.