martes, 5 de octubre de 2010

Todos somos filósofos

El término "filosofía" ya fue acuñado por los griegos en el siglo VI antes de Cristo,  referencia hacia el ansia de saber y la importancia de avanzar en el conocimiento.          
No obstante el historiador heleno Diógenes Laercio atribuye a Pitágoras el verdadero acuño del concepto. Para Pitágoras, filosofar consistía en una secuencia racional en la que se intercalaban conceptos matemáticos y místicos. De hecho, sus aportaciones nos han llegado gracias a sus discípulos ya que el filósofo apenas sí dejó escritos tal y como era costumbre antaño dónde la transmisión del saber era básicamente oral. De hecho, uno de los mayores filósofos de la Antigüedad, Sócrates, tampoco glosó nada de sus pensamientos e ideas. Fue necesario que su aventajado alumno Platón, las recopilase dando forma a sus conocidos Diálogos. Pitágoras, en la palabra filosofía recogió dos modos de saber que su escuela denominó "máthesis" y "ákousma", lo que podría entenderse como Contemplación y Comprensión, dos pasos necesarios para filosofar: aprender a ver y saber escuchar. Para Pitágoras hay dos caminos complementarios: Las matemáticas y la música, que se unen en el concepto pitagórico de "harmonia" que significa, básicamente, la proporción de las partes en un todo. De hecho, Pitágoras fue el primero en llamar cosmos al conjunto de todas las cosas, debido al orden que existe en éste; pero se trata de un orden dinámico: El universo está en movimiento y es el movimiento de los astros y de las fuerzas que los mueven el que se ajusta en un todo harmónico. Así, si el Cosmos es "armonía", también el alma es "harmonia". Las matemáticas y la música, lo que se aprende por los ojos, y lo que se aprende por los oídos, constituyen los dos caminos para curación del alma. El estudio de las grandes cosas, la comprensión de los misterios del entorno y la búsqueda de verdades fundamentales supusieron un gran progreso para la Humanidad hasta entonces más centrada en lo material y en lo espiritual que en lo intelectual. De las cuatro grandes civilizaciones antiguas es, en Grecia, en la que se lleva la Filosofía a su máxima expresión. Así, Egipto destaca por la importancia religiosa basada sobre un entorno artístico y arquitectónico sin parangón; en Babilonia, la importancia del poder y las riquezas fomentaron la creación de nuevas tecnologías y la necesidad de comenzar a utilizar por primera vez sistemas numéricos para referirse a la economía. Tras Grecia, Roma llevó la capacidad militar a otras áreas del saber y perfeccionó la capacidad de imitación de los conocimientos griegos llegando a diferenciar ciertos aspectos de los mismos y a desarrollar otros. La filosofía, pues, consiste en especular. En llegar a las preguntas esenciales antes que a las respuestas, parafraseando al existencialista alemán Kart Jaspers. Para un filósofo no importa tanto lo particular en la medida en que sirve para formar parte de la Unidad. Importa comprender o tratar de comprender esa Unidad. Pero sobre todo, filosofía es estudio. Una filosofía abstracta sin conocimientos es como aprender a jugar al ajedrez sólo conociendo el movimiento de los trebejos. Es necesario estudiar aperturas, clavadas de piezas, tácticas y partidas de anteriores Maestros si se pretende jugar al ajedrez y no pasar el tiempo con el ajedrez. En definitiva, primero nos instruimos en las normas y luego buscamos más allá. En este Cuarto Grado aprendemos a filosofar. A buscar soluciones no preguntas (de nuevo surge la idea pitagórica de la SOLUCIÓN vs. EL DILEMA) y a comprender las Leyes origen del Universo. Estas leyes forman lo Global Unificado que necesitan de una reflexión meditada y profunda para entender qué es la Humanidad y en qué radica nuestra naturaleza. He ahí que este Cuarto Grado es, ante todo, Meditación y Reflexión. Se trata de la primera etapa de un segundo triángulo que abre nuevas posibilidades de conocimiento hacia el camino ascendente de la Montaña. La base que se va configurando para ulteriores conocimientos. Cualquier persona busca conocimiento independientemente de su contenido. Y, cuando avanza en su búsqueda surgen cuestiones e interrogantes cada vez más sofisticados y profundos. Da igual que se trate de ciencia o arte. Es indiferente que sea de índole moral o religioso. No importa que proceda de una base empírica, científica, mecánica o ética. Aparecen cuestiones necesitadas de una reflexión. Y esa reflexión sobre pequeñas cosas, van unificándose hacia un global determinado. Pues, ¿Quién no ama saber? ¿Y qué no es saber, sino aprender? No importa el qué. Lo importante es el cómo. En realidad, todos somos filósofos.
Paz Profunda.
J.R.S.G.

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